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Blind
Nezaket Ekici
Galeria DNA (Berlín)
Esta performance protagonizada por la artista turca Nezaket Ekici, evoca el martirio de Santa Cecilia, representando a su vez su propia experiencia como mujer musulmana residente en Berlín.
A través de mis ojos
19:30h. La expectación al centro del habitáculo circular destinado a la performance es máxima. Una carcasa de yeso cubre el cuerpo de la artista.
A nuestros ojos sólo deja al descubierto sus brazos. Sostiene un cincel y un pesado martillo de madera. Comienza a picar. Tac Tac Tac Tac Tac. Reposa. Toca la hendidura provocada. Vuelve a colocar el cincel. Pica. Tac Tac Tac. Para. Sacude las manos signo de la fatiga que le produce. Continúa.
Introduce dos dedos en un pequeño orificio abierto. Tira con fuerza. Nada. El yeso no se mueve. Así que insiste con la herramienta punzante. Tac Tac Tac. Vuelve a tirar. Momentos de tensión. El yeso cede. Deja al descubierto parte de su pecho. La cubre una tela brillante turquesa, parece lycra. Comienza a picar alrededor del hueco. Y continúa rasgándose ese caparazón.
Con sus manos como si palparan algo completamente desconocido localiza su cabeza. Más bien el armazón que recubre su rostro. Pasa suavemente las manos. Analiza el tamaño. Coloca el cincel a la altura de la barbilla... ¿¡Cómo?! Va a picarse la cara...! Sí. Tac Tac Tac. Apenas ha habido modificación. Lleva cerca de una hora ahí dentro. Su cabeza también. Continúa la operación.
Más y más gente se agolpa para observarla. Los privilegiados están sentados a su alrededor sin perder detalle.
De pronto. Un crujido. Eclosiona la cabeza de yeso como el cascarón de un polluelo recién nacido. Se rompe el silencio. Todos aplauden. Vemos a la artista. Abre la boca como si inhalara su primer hálito de vida. Aire.
Su cansancio es evidente. Su pelo recogido deja caer unos mechones sobre la frente. Pegados. Sudorosa. Exhala el aire con fuerza. Trata de respirar profundamente. La cuesta. La duele.

Quiere deshacerse de eso de la rodea, ahora más que ha visto por fin la luz y sabe que la falta poco para lograrlo. Comienza a dar directamente martillazos contra el yeso. Transmite ansia, desesperación. Gimotea. La duelen los brazos. Cierra los ojos. Los aprieta. Su rostro se contrae de dolor. Mucha tensión. Se decide a picar. Tras unos segundos, deja caer muertos los brazos. Y tras ellos, su cabeza, sobre la armadura de yeso. Reposa. Sin dejar de evocar sufrimiento.
Tiene ya la parte superior frontal descubierta. Nezaket gira su cuerpo sobre sí misma. Cincela la parte posterior. Cae. Ya queda poco. Ahora la parte inferior. Agarra el cincel y lo golpea con el martillo con fuerza. Se escucha un grito entrecortado. Parece que se ha golpeado la pierna. Gime. Pero continúa.
Deja caer lentamente las herramientas que la han servido para liberarse de esa coraza dura y traicionera que la ha tenido prisionera de sí misma durante una hora y media metafórica. Respira. Flexiona una pierna. Vemos un pie. Lleva tacones. Va a dar su primer paso en el exterior. Pero todavía no se ha librado de todos los obstáculos. Alrededor hay trozos de yeso. Grandes cascotes superpuestos. Un paso en falso y acabaría por los suelos. Apoya con cautela.
Aplaudimos. El espectáculo ha terminado. La artista avanza con pequeños pasos y todavía dolorida. Nuestra mirada la sigue. Seguimos aplaudiendo.
Entonces te giras. Ya terminó. Y con todo ese remolino de sensaciones, buscas la salida. 21:00h.